Buscadores inquietos tras la estrella de la fe

Sigamos a Cristo, Luz de las naciones (Lc 2,32)

La voz del director

Por:
P. Luis Fernando de Prada
13-01-2022

Entramos ya en el mes de febrero de este año 2022, que sigue siendo Año Santo Compostelano, una invitación a resaltar la dimensión peregrinante de nuestra vida. Sí, todos somos “extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (Heb 11,13), pues “no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la futura” (Heb 13,14).

Tenemos un gran modelo en la peregrinación de los Magos hacia Belén, como nos explicó el Papa Francisco en la pasada solemnidad de la Epifanía (6-1-22): “Su peregrinación nos habla también a nosotros: llamados a caminar hacia Jesús, porque Él es la estrella polar que ilumina los cielos de la vida y orienta los pasos hacia la alegría verdadera”. Añadía el Pontífice que el corazón de los Magos “no se deja entumecer en la madriguera de la apatía, sino que está sediento de luz; no se arrastra cansado en la pereza, sino que está inflamado por la nostalgia de nuevos horizontes. Sus ojos no se dirigen a la tierra, sino que son ventanas abiertas al cielo”. Por ello recordaba cómo Benedicto XVI calificaba a los Magos como “hombres de corazón inquieto”.

Pero, ¿de dónde brotó la sana inquietud que los llevó a peregrinar?: del deseo. Explicaba el Papa que “desear significa mantener vivo el fuego que arde dentro de nosotros y que nos impulsa a buscar más allá de lo inmediato, más allá de lo visible, como una hendidura siempre abierta que invita a mirar más allá”.

A continuación, el Vicario de Cristo aplicaba el ejemplo de los Magos a nuestra vida, para que nos preguntemos en qué punto del camino de la fe estamos, y examinemos si se nos ha infiltrado la somnolencia del alma, la costumbre de contentarnos con vivir al día, sin interrogarnos sobre lo que Dios quiere de nosotros, demasiado replegados en nuestros mapas de la tierra y olvidados de levantar la mirada hacia el Cielo, saciados de tantas cosas, pero carentes de la nostalgia por lo que nos hace falta, la nostalgia de Dios.

Sin duda, un buen punto de partida para revisar aquello en lo que tenemos que trabajar este año,  recordando también “que es necesario volver a comenzar cada día, tanto en la vida como en la fe, porque la fe no es una armadura que nos enyesa, sino un viaje fascinante, un movimiento continuo e inquieto, siempre en busca de Dios, siempre con el discernimiento”.

Un viaje que realizamos con la confianza de que Otro lo comenzó mucho antes en dirección a nosotros, pues -como en otra fiesta de la Epifanía nos había enseñado Benedicto XVI-, no solo el corazón del hombre está inquieto en relación a Dios, sino que “el corazón de Dios está inquieto con relación al hombre. Dios nos busca. Tampoco él descansa hasta dar con nosotros, y por eso se ha puesto en camino hacia nosotros, hacia Belén, hacia el Calvario, desde Jerusalén a Galilea y hasta los confines de la tierra. Dios está inquieto por nosotros, y busca personas que se dejen contagiar de su misma inquietud, de su pasión por nosotros” (6-1-12).

Esa es la inquietud que contagió a los iniciadores de Radio María en Italia, y a los que hace 23 años la trajeron a España, como acabamos de celebrar el pasado 24 de enero. Unas ondas que han actuado también a modo de estrella que ha guiado a infinidad de personas al encuentro con Cristo de manos de María, y que, con la ayuda de todos vosotros, esperamos seguir extendiendo, como una humilde contribución a la misión de la Iglesia, tal como decía el Papa Francisco al final de su homilía:

Al ir así, día tras día, tendremos la certeza, como los magos, de que incluso en las noches más oscuras brilla una estrella. Es la estrella del Señor, que viene a hacerse cargo de nuestra frágil humanidad. Caminemos a su encuentro. No le demos a la apatía y a la resignación el poder de clavarnos en la tristeza de una vida mediocre. Abracemos la inquietud del Espíritu, tengamos corazones inquietos. El mundo espera de los creyentes un impulso renovado hacia el Cielo. Como los magos, alcemos la cabeza, escuchemos el deseo del corazón, sigamos la estrella que Dios hace resplandecer sobre nosotros. Y como buscadores inquietos, permanezcamos abiertos a las sorpresas de Dios. Hermanos y hermanas, soñemos, busquemos, adoremos.

Con mi bendición,

Firma del Director

La voz del director

Por:
P. Luis Fernando de Prada