Peregrinos hacia la Jerusalén celestial

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8)
Peregrinos a Jerusalen

La voz del director

Por:
P. Luis Fernando de Prada
02-11-2021

Ver “cara a cara al Señor” (Is 52,8), es un deseo que atraviesa toda la Historia de la Salvación. “Esta es la generación que busca al Señor, que busca tu rostro” (Sal 24,6), canta el salmista. Un deseo que encuentra un asombroso cumplimiento en aquellos que vieron el Rostro de Cristo, lo que mueve al anciano Simeón a poder irse en paz una vez que sus “ojos han visto al Salvador” (Lc 2,30), y llevará a Jesús a decir a sus seguidores: “Bienaventurados vuestros ojos porque ven, pues muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron” (M 13,16s). Sin embargo, una vez que los discípulos vieron a Jesús ascender al Cielo, ha comenzado el tiempo al que se refería San Pedro cuando alababa a aquellos que, “sin haber visto a Jesucristo, lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas” (1Pe 1,7-9).

Sí, como nos recuerda el Año Santo Compostelano, seguimos en el tiempo de la peregrinación hacia la Jerusalén celestial, cuando “seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es” (1Jn 3,2). Y sabemos que, aunque “ahora vemos como en un espejo, confusamente, entonces veremos cara a cara” (1Cor 13,12).

Pero en esta peregrinación, si no podemos aún contemplar su Rostro, sí podemos escuchar su Palabra, que nos transmite la Iglesia, y que Radio María quiere hacer resonar a través de sus ondas en el mundo entero. Así, de la mano de Aquella que llevó a Jesús en su seno en su visita a Isabel, todos los hombres podrán recibir la Buena Noticia de que, si acogen por la fe al Salvador, un día se cumplirán los deseos más profundos de sus corazones, pues “ni ojo vio, ni oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman” (1Cor 2,9).

Que en este mes de noviembre nos unamos especialmente a la petición del Papa Francisco en Gaudete et exsultate: “que el Espíritu Santo infunda en nosotros un intenso anhelo de ser santos para la mayor gloria de Dios, y alentémonos unos a otros en este intento”. Siempre, de la mano de María, “la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña” (GeE, 176s).

Con mi bendición,

Firma del Director

La voz del director

Por:
P. Luis Fernando de Prada