Solo pueden pedir a Dios, ya que no pueden solicitar ninguna ayuda a nadie para sostener los centros que acogen a sus enfermos incurables y pobres. Y como nos cuenta la Hermana Claudia Cuello, tras treinta años en el Cottolengo del Padre Alegre, Dios no ha fallado nunca. Con ella descubriremos la apasionante vida de estas religiosas que han hecho del servicio a los más marginados de nuestra sociedad un arte de amor a la debilidad.
Testimonio impartido en el programa "Hay mucha gente buena" del 18/08/18.