Proseguimos nuestro camino hacia la santidad

“La vida de los santos es una prueba concreta de que es posible vivir el Evangelio”.
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El rincón del director

Por:
P. Luis Fernando de Prada
13-09-2021

“Levántate, toma contigo al niño y a su madre” (Mt 2,13), le dijo un ángel de parte de Dios a San José.

También a nosotros nos invita el Señor a proseguir la peregrinación de nuestra vida, tras el tiempo veraniego, con Jesús, María y José. Un nuevo curso que sigue enmarcado en el Año Santo Guadalupense, el Año de San José, el Año Santo Compostelano, el Año Ignaciano… Sí, la Virgen, S. José, los Apóstoles y todos los santos, nos recuerdan la vocación universal a la santidad de todos los fieles cristianos.

En efecto, el Papa Francisco nos decía en Patris corde que la vida de los santos «es una prueba concreta de que es posible vivir el Evangelio. Jesús dijo: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29), y ellos a su vez son ejemplos de vida a imitar. San Pablo exhortó explícitamente: «Vivid como imitadores míos» (1 Co 4,16). San José lo dijo a través de su elocuente silencio. Ante el ejemplo de tantos santos y santas, San Agustín se preguntó: “¿No podrás tú lo que estos y estas?”».

Una invitación a la santidad que escuchó también San Ignacio de Loyola. Precisamente estamos celebrando el Año Ignaciano por el 500 aniversario de su conversión en 1521, uno de cuyos frutos más conocidos fueron los Ejercicios Espirituales. En su primera meditación, el Principio y Fundamento, S. Ignacio nos recuerda que el fin de la vida del hombre es alabar y servir a Dios, y así alcanzar la salvación eterna; o, por decirlo con palabras del Vaticano II, “la perfecta unión con Cristo o santidad” (Lumen Gentium, 50). Por lo cual, señalaba S. Ignacio, “no queramos, de nuestra parte, más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y así en todo lo demás, solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce al fin para el que hemos sido creados”. Todo el proceso de los Ejercicios busca ayudar al ejercitante a su identificación progresiva con Jesucristo, de manera que pueda, en su vida ordinaria, “en todo amar y servir a su divina majestad” (Contemplación para alcanzar amor).

Así se lo transmitiría S. Ignacio en la Universidad de París al joven Francisco Javier, repitiéndole frecuentemente las palabras de Jesús: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues, de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?” (Mt 16,25s).

Al comenzar un nuevo curso, recordemos que ese debe ser también el único objetivo de nuestra vida, la santidad. Un camino arduo, pero en el que no nos faltará la ayuda de la Virgen, de S. José y todos los santos, así como de los demás miembros del Pueblo de Dios “en su peregrinación hacia la eterna felicidad” (Lumen Gentium, 21).

Y, gracias al apoyo que agradecemos a muchas personas, tampoco os faltará en este curso la compañía de Radio María, que solo intenta ser un instrumento que transmita la Luz del mundo: JesucristoCamino, Verdad y Vida.

Con mi bendición,

Firma del Director

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P. Luis Fernando de Prada
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