¿Sabemos descansar con el Señor?
El rincón del director
P. Luis Fernando de Prada
Si S. Juan Pablo II nos decía que el domingo no solo es el “día del Señor”, consagrado especialmente a su culto litúrgico y oración, sino también “día del hombre”, de alegría, descanso y solidaridad (Dies Domini, 55s), algo análogo podemos decir de las etapas del año -como suele ser el verano- en que, interrumpiendo el ritmo de las actividades habituales, tenemos la posibilidad de un descanso más prolongado.
El propio Jesús, al que los Evangelios muestran a veces cansado físicamente, se preocupaba del descanso de sus apóstoles, a los que les dijo en una ocasión: “Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer (Mc 6,31).
Ahora bien, de cara a aprovechar las etapas vacacionales, debemos comenzar por preguntarnos por el motivo de nuestro cansancio. No siempre es por un trabajo intenso o excesivo, sino que también puede deberse a las actitudes con que desempeñamos nuestras tareas, incluso apostólicas. Así lo explicaba el Papa Francisco en Evangelii gaudium, 82:
El problema no es siempre el exceso de actividades, sino sobre todo las actividades mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad que impregne la acción y la haga deseable. De ahí que las tareas cansen más de lo razonable, y a veces enfermen. No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado.
Entre los posibles orígenes de ese cansancio, el Papa señalaba “sostener proyectos irrealizables”, “no aceptar la costosa evolución de los procesos y querer que todo caiga del cielo”, “apegarse a algunos proyectos o a sueños de éxitos”, “no saber esperar y querer dominar el ritmo de la vida”, no aceptar “lo que signifique alguna contradicción, un aparente fracaso, una crítica, una cruz”… Comencemos, pues, por realizar un profundo examen de conciencia, pidiendo al Señor que nos muestre esas posibles raíces de nuestros cansancios y nos dé la gracia de corregirlas, así como de vivir el verdadero descanso en Él y con los hermanos, lejos de la diversión superficial que nos deja vacíos y aburridos, del aislamiento egoísta, de la evasión que nos saca de la interioridad…
Más bien, comencemos por ponernos en oración a los pies de Jesús, como María de Betania, recordando lo que le dijo el Señor: Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada (Lc 10,41s). Busquemos allá donde estemos esos sagrarios -a los que S. Pablo VI llamaba corazón vivo de nuestros templos– donde Cristo se ha quedado corporalmente presente; sepamos descubrir también la presencia divina en la belleza de la naturaleza, en la amistad con nuestros semejantes, en las obras de misericordia… Recordemos que “encerrarse en sí mismo es probar el amargo veneno de la inmanencia, y la humanidad saldrá perdiendo con cada opción egoísta que hagamos” (Francisco, EG, 87).
Siguiendo estas sugerencias de los Papas, podremos vivir un tiempo vacacional al que se pueda aplicar lo que decía S. Juan Pablo II del domingo: un tiempo «de paz del hombre con Dios, consigo mismo y con sus semejantes; un momento en el que el hombre es invitado a dar una mirada regenerada sobre las maravillas de la naturaleza, dejándose arrastrar en la armonía maravillosa y misteriosa que, como dice san Ambrosio, une los diversos elementos del cosmos en un “vínculo de unión y de paz”» (Dies Domini, 67).
Así nuestro verano no será “el invierno del alma”, sino un tiempo provechoso de oración, lectura, familia, caridad, apostolado… Contad para ello con la ayuda de Radio María, que en estos meses sigue transmitiendo la Palabra del Buen Pastor que llama a cada una de sus ovejas. Nosotros contamos también con vuestra oración por cuantos colaboramos en esta emisora; os sugerimos, además, que invitéis a escucharla a aquellos que no la conocen, y os pedimos que no olvidéis en vuestros donativos a esta Radio que cambia vidas en invierno o verano…
Un verano en el que invocamos a nuestra Reina y Señora en su advocación del Monte Carmelo, en el misterio de su Asunción, de su Natividad…, y de tantas advocaciones que nos acercan a Aquella a la que cantamos como vida, dulzura y esperanza nuestra.
En Jesús y María, con mi bendición,
La voz del director
P. Luis Fernando de Prada