Seguimos caminando en fe, esperanza y amor
El rincón del director
P. Luis Fernando de Prada
En la bula de convocación del Jubileo de 2025 (Spes non confundit), el Papa Francisco nos ha recordado una dimensión esencial de toda vida humana, la esperanza:
Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad (Spes, 1).
Es indudable. Nuestra sociedad depresiva anda falta de esperanza. Más allá de problemas personales, familiares o sociales que a todos pueden afectar, las cosmovisiones que niegan la existencia de un Dios personal difícilmente podrán ofrecer fundamentos sólidos y permanentes para una vida feliz. Si el hombre viene de la nada o de una evolución ciega de la materia; si nuestro último destino es la muerte; si el amor es una utopía, la vida pierde todo sentido y se reduce a una lucha egoísta y despiadada por el poder, placer y poseer, que deja un tremendo vacío en el corazón.
Por el contrario, el Cristianismo nos ofrece una visión de la realidad que se sintetiza en las tres virtudes teologales: La fe nos asegura que no venimos de la nada o el azar, sino del designio eterno de un Padre que nos ha creado por amor; la esperanza nos invita a confiar en una felicidad plena y eterna; y la caridad nos capacita para responder a Aquel que “nos amó primero” (1 Jn 4,19) y a amar con su mismo Corazón a todos sus hijos, nuestros hermanos.
Apoyado en estas certezas, el cristiano está llamado a caminar con alegría y gusto por la vida, y a comunicar a los demás esta esperanza que “no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5).
Una esperanza que Radio María difunde a través de sus ondas. En este año de las bodas de plata de Radio María en España estamos recibiendo muchos reconocimientos y testimonios de esa actuación de la gracia divina. Pero no nos olvidamos de lo que escribía San Pablo:
“Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús” (Flp 3,13s).
Por ello, afrontamos con renovado entusiasmo una nueva temporada radiofónica, con diversas incorporaciones a nuestra programación en este otoño. Tendremos también muy presentes a nuestros hermanos más necesitados, en favor de los cuales renovaremos nuestra campaña Abrazados a tu Pilar, para hacer llegar a más enfermos, ancianos y presos las radiolinas que transmiten la Buena Noticia.
Y así llegamos a la recta final de la campaña de estos tres últimos años de la Misión propuesta en Radio María, donde hemos recordado que todos somos enviados para anunciar la fe en Cristo Redentor, pues “¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?” (Rm 10,14).
Te invitamos, querido oyente, a seguir caminando, de la mano de la Virgen María, Reina de la Paz, vida, dulzura y esperanza nuestra, con la mirada puesta en el próximo Jubileo, en el que queremos acompañar a todos los peregrinos de esperanza.
Con mi bendición,
La voz del director
P. Luis Fernando de Prada