Enseñanzas del Padre Pío

El padre Pío, en el umbral del paraíso 01/09/24

El padre Pío, en el umbral del paraíso 01/09/24

El Padre Pío me enseña que para tener una verdadera vida espiritual es necesario aceptar que todo lo que sucede en mi vida es para el bien de aquellos que aman a Dios. Jesús puede sacarme de mi sepulcro y de mi muerte. Lo que era mi ruina, Él lo ha hecho mi salvación.
El padre Pío, en el umbral del paraíso 28/04/24

El padre Pío, en el umbral del paraíso 28/04/24

Levántate, pues, Señor, una vez más y líbrame ante todo de mí mismo; y no permitas que se pierda aquel a quien con tanto cuidado y urgencia has vuelto a llamar y has arrancado de un mundo que no es tuyo. Levántate, pues, Señor, una vez más y confirma en tu gracia a los que me has confiado; y no permitas que ninguno llegue a perderse abandonando el redil. ¡Oh Dios, oh Dios!... No permitas que se pierda tu heredad. ¡Oh Dios!, manifiéstate cada vez más a mi pobre corazón y completa en mí la obra que ya has comenzado. Oigo en mi interior una voz que de continuo me grita: Santifícate y santifica. Pues, bien, queridísima mía, yo lo quiero, pero no sé por dónde comenzar. Ayúdame también tú; sé que Jesús te quiere mucho y tú lo mereces. (Padre Pío)
El padre Pío, en el umbral del paraíso 01/09/24

El padre Pío, en el umbral del paraíso 01/09/24

El Padre Pío me enseña que para tener una verdadera vida espiritual es necesario aceptar que todo lo que sucede en mi vida es para el bien de aquellos que aman a Dios. Jesús puede sacarme de mi sepulcro y de mi muerte. Lo que era mi ruina, Él lo ha hecho mi salvación.
El padre Pío, en el umbral del paraíso 28/04/24

El padre Pío, en el umbral del paraíso 28/04/24

Levántate, pues, Señor, una vez más y líbrame ante todo de mí mismo; y no permitas que se pierda aquel a quien con tanto cuidado y urgencia has vuelto a llamar y has arrancado de un mundo que no es tuyo. Levántate, pues, Señor, una vez más y confirma en tu gracia a los que me has confiado; y no permitas que ninguno llegue a perderse abandonando el redil. ¡Oh Dios, oh Dios!... No permitas que se pierda tu heredad. ¡Oh Dios!, manifiéstate cada vez más a mi pobre corazón y completa en mí la obra que ya has comenzado. Oigo en mi interior una voz que de continuo me grita: Santifícate y santifica. Pues, bien, queridísima mía, yo lo quiero, pero no sé por dónde comenzar. Ayúdame también tú; sé que Jesús te quiere mucho y tú lo mereces. (Padre Pío)