En 1876 Francisco Tarín recibe las órdenes menores con gran alegría. En el transcurso de ese año fallecen su madre y dos hermanos, llevando este sufrimiento con ejemplaridad.
Los jesuitas que estaban exilados en Francia vuelven a España, Tarín primero a Carrión de los Condes en Palencia, luego fue trasladado a Oña fundando allí una academia para los jóvenes junto con un compañero jesuita. A los 36 años es ordenado sacerdote y debe partir al Puerto de Santa María, allí sufrió un percance que le abrió una herida en el tobillo, herida que no terminó nunca de cicatrizar. Lo trasladan después a Talavera de la Reina librándolo de la tarea de enseñanza para que se dedicara plenamente a la predicación, misiones y tareas sacerdotales.