La madre Pilar es cesada de su cargo y relegada al olvido, como años antes le ocurrió a la madre Sagrado Corazón. La madre Pilar reconoce su mal comportamiento ante su hermana durante los últimos años y arrepentida le pide perdón. Toma cargo del gobierno del instituto la madre Purísima, pero el clima de alegría y unión entre las religiosas en los primeros tiempos ha cambiado por el de temor, desconfianza y tristeza.
Mientras tanto la madre Purísima recela de la popularidad de las fundadoras y evita circunstancias que pudieran hacer tambalear su generalato. Pide que su cargo sea vitalicio.
Las hermanas fundadoras, dentro de su tristeza, por el bien de la comunidad callan, rezan y se conforman con la voluntad de Dios.