Hablamos de cómo los bautizados, a través de nuestra vida cotidiana y de nuestro trabajo, colaboramos con la obra creadora y redentora de Dios. Y de que esta es precisamente la forma habitual en la que podemos ir labrando nuestra santificación. Los laicos, en esta ola de laicismo negativo, tenemos nuestro ámbito más propio de santificación en las obras seculares, esto es, de los “séculos” (de los siglos) y, dentro de estas, también y de una manera preeminente en el trabajo,. En efecto, este no es un castigo divino (antes del pecado original, Dios mandó cultivar y trabajar el jardín del Edén). Solo es castigo el “sudor de la frente” con que hay que hacerlo tras el pecado de nuestros primeros padres.