P. José Antonio Medina. Había una vez un hombre muy piadoso al que todo le salía mal, y cuanto más rogaba a Dios peor le salían las cosas. Perdió a su mujer y a sus hijos, luego sus bienes, hasta que decidió no pedir más cosas al Señor, y su oración se convirtió en 'Señor, aquí está Juán'. El día que murió se presento ante las puertas del cielo y dijo: 'Señor, aquí está Juan', y las puertas se abrieron de par en par.
Que ejemplo de abandono en las manos de Dios. Pensemos, trabajemos, confiemos y dejomonos llevar por la divina Providencia. Podríamos decir como Carlos de Foucault: 'Padre, me pongo en tus manos, haz de mi lo que quieras....'