En un relato tradicional hebreo se cuenta de un rabino que vió correr a un hombre desesperadamente. ¿Por qué corres asi? Le pregunto el rabino, porque persigo mi felicidad. La sed de felicidad que tenemos los hombres nos empuja a buscarla desesperadamente, pero si nos parásemos a pensar, quizas descubriríamos que en la mayoría de las ocasiones es ella la que viene hacia nosotros. El adviento es esto, pararnos a esperar al que viene a traernos la felicidad. No hacemos más que correr, pero meditando podríamos ver claramente que es la felicidad con mayúsculas, Dios mismo que se hace hombre y viene a visitarnos. Adviento es dar fruto donde Dios quiere y nos ha plantado, haciendo a todos partícipes de la Esperanza gozosa de su llegada.