El P. Alfonso nos relata una historía muy antigua en la que una mujer que no hizo en su vida más que odiar, murió. Los demonios se la llevarón, pero su angel de la guarda no hacía más que pensar en como librarla de la condena eterna, y recordó que de joven había dado una cebolla a un pobre.
La misericordia divina es tanta que una sola obra buena puede salvar al pecador, siempre que no pateleemos para salvarnos solos, porque al infierno se va de uno en uno, pero al cielo se va en multitud.