En este domingo, segundo de Pascua, contemplamos la decepción y el desconcierto de los apóstoles, algo similar a lo que nos pasa hoy a nosotros, nos queda algo de fe, pero exigimos pruebas como santo Tomás, que no se fía de lo que le dicen, pero ante las evidencias reconoce la divinidad de Cristo con "Señor mío y Dios mío"