Este es el primero de tres capítulos dedicados al Amor a Dios. Jesús, el Salvador del mundo, nos enseñó con suma claridad, que el camino que lleva al cielo es el amor a Dios y al prójimo, la lucha contra el pecado, la abnegación del propio yo en aquello que haya de malo en nosotros, contrario al querer de Dios y a nuestro propio bien espiritual.
Santuario de Ostra Brama, Vilna, Lituania: 28 de abril de 1935, primer domingo después de la Pascua de Resurrección, clausura del Jubileo de la redención del mundo, decimo noveno centenario de la Pasión del Salvador y primera celebración mundial de la Fiesta de la Divina Misericordia, tal y como Jesús había pedido a Sor Faustina: “Esta Fiesta ha salido de las entrañas de MI Misericordia y está confirmada en el abismo de Mis gracias” La religiosa dejó anotado en el punto 89 de su diario: “Ahora veo que la obre de la Redención está ligada a la obra de la misericordia que reclama el Señor”.
A una pregunta que Faustina hizo a Jesús al respecto de la imagen que le ordenaba pintar, el Señor respondió: “Mi mirada en esta imagen es la misma que en la cruz”. Entendemos claramente que tanto la mirada de Jesús en esta imagen, invitando al pecador a acogerse con confianza a la gracia obtenida por los méritos de su pasión, como su mirada en la cruz impetrando el perdón del Padre para quienes le crucificaron, se trata sin lugar a dudas, de una mirada de misericordia”.
La imagen de Jesús "Divina Misericordia" (I). El 7 de junio de 1997, el entonces Papa Juan Pablo II, al rezar ante esta imagen, dijo: Cada uno puede venir acá, contemplar este cuadro de Jesús misericordioso, su Corazón que irradia gracias, y escuchar en lo más íntimo de su alma lo que oyó Sor María Faustina del Santísimo Sacramento: “Si quien contempla esa imagen de Jesús resucitado, responde con sinceridad de corazón: «¡Jesús, confío en ti!», encontrará consuelo en todas sus angustias y en todos sus temores. En este diálogo de abandono se establece entre el hombre y Cristo un vínculo particular, que genera amor. Y «en el amor no hay temor, sino que el amor perfecto expulsa el temor» como escribe San Juan Evangelista en su primera carta capítulo 4, versículo 18.
El Señor hizo saber a Sor Faustina cuánto le agrada el corazón puro y libre. Y ella sintió que es una delicia para Dios, mirar tal corazón. En éste segundo capítulo dedicado a la pureza asistiremos al momento en que Jesús se quita el cinturón de oro y ciñe con él a Sor Faustina, desde entonces, la religiosa, no experimentó ninguna turbación contraria a la virtud, ni en el corazón ni en la mente.
La castidad es una virtud que cada uno ha de asumir según sean las exigencias de su vocación, tanto en la Iglesia como en el mundo. Así hizo Santa Faustina, que la observó gozosamente para identificarse lo más perfectamente posible con el esposo de su alma. Ella había suplicado muchas veces a la Santísima Virgen María obtener la gracia de no experimentar ninguna turbación contraria a la virtud, y ya el día de la renovación de los votos, es el mismo Jesús quien aparece a su lado vestido con una túnica blanca y le confirma que le ha sido concedido ese don de mantener intacta su pureza de mente y de corazón.
En este capítulo nos dice Faustina: ‘El tiempo pasa y no vuelve nunca, lo que contiene en sí, no cambiará jamás; lo sella con el sello para la eternidad’. Y añade: "La gracia que hay para mí en esta hora no se repetirá en la hora siguiente. Me será dada en la hora siguiente pero no será ya la misma. Acto seguido, vendrá una primera mención a la fe: "¡Oh vida gris y monótona, cuántos tesoros encierras! Ninguna hora se parece a la otra, pues la tristeza y la monotonía desaparecen cuando miro todo con los ojos de la fe".
Múltiples fueron las ocasiones en que se produjeron estos encuentros tan místicos como sorprendentes, es por eso que hemos dedicado tres capítulos a esta relación Madre e hija . Hoy, en este último, seremos testigos privilegiados de cómo, tras decirle la Santísima Virgen las palabras: Hija mía, Faustina: Toma este tesoro preciosísimo, y poner al niño Jesús en sus brazos, la religiosa experimenta un gozo inconcebible e imposible de describir.
De nuevo, es María quien desde un principio comunica a Sor Faustina, que es Madre de todos gracias a la insondable Misericordia de Dios.
En espaciadas citas de su diario, Sor Faustina, nos deja constancia de sorprendentes momentos en los cuales, la Santísima Virgen habla con ella, le aconseja en sus pruebas y le guía en su camino espiritual. Dedicaremos tres capítulos al relato detallado de estas sorprendentes manifestaciones. Y ya desde esta primera entrega comenzaremos a ser partícipes de los enriquecedores frutos que conlleva tener por guía y consejera a nuestra Madre del Cielo.
“Antes el cielo y la tierra se vuelven a la nada, que mi misericordia deje de abrazar a un alma confiada” Esta es una más de las frases, con las que el Señor, invita a su secretaria Sor Faustina, a dejar escrita en sus pequeños cuadernos escolares, que es donde la santa, a la luz de una vela, e incluso con infantiles faltas de ortografía iba anotando. De nuevo con una confianza sin límites, puesta en las palabras de nuestro maestro y redentor, y en la de sus discípulos, siervos y santos, nos sumergimos en el océano insondable de la misericordia de Dios.
Si hay algo que nos da seguridad plena a quienes tenemos fe fundamentada en la palabra de Jesús, y en quienes nos la transmitieron, es que tomamos nuestra cruz, vicisitudes o alegría de cada día y seguimos a Jesús con total confianza, porque es el mismo redentor de nuestros pecados quién nos guía, y como Él es luz, vemos con toda claridad a dónde nos lleva. No perdamos la confianza en Jesús, y ofrezcamos a Dios frutos de conversión, porque como bien, Él mismo, nos dirá, la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil.
1er programa. El tema tratado es el de la CONFIANZA EN LA DIVINA MISERICORDIA, consta de tres partes. Esta es la primera. “Los sufrimientos y contrariedades al inicio de la vida religiosa habían asustado a Sor Faustina, le habían quitado el valor. Pero confiaba en Jesús. Imitaba al ciego que se fía de su guía y agarra fuerte su mano, y ni por un momento se alejaba de la obediencia, era su tabla de salvación en la prueba de fuego”.
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